A pesar de sus logros hay algunos profesionales que tienen autodudas persistentes sobre su valía.
No logran reconocer sus méritos ni valorar lo que son capaces de hacer o conseguir.
Son personas que, aunque tengan unos conocimientos y unas competencias excelentes que utilizan en el desempeño de su trabajo para alcanzar los objetivos de su puesto, no son conscientes de ellas y no las aprecian plenamente.
Esta situación tiene impacto directo en las aspiraciones de buenos profesionales hacia su carrera directiva.
Prnicipalmente determinado por:
- dudas hacia la promoción: pueden sentir que no merecen la promoción a un puesto directivo o pensar que van a cometer errores y serán descubiertos por ello,
- una falta de confianza en la toma de decisiones, perfeccionismo o procrastinación. Factores que afectan directamente a la eficiencia del liderazgo, y,
- el temor de ser descubiertos o señalados como que no son lo suficientemente competentes.
Este no es un hecho aislado.
Un artículo de la asociación española de escuelas de negocios revela los datos de un estudio que dice que el 50% de las mujeres y el 31% de los hombres gerentes experimentan dudas sobre sí mismos de manera regular.
El 70% de las personas lo experimentan en algún momento.
Esta autoduda persistente es lo que en psicología se denomina el síndrome del impostor.
Que se puede hacer.
Tomar conciencia, de cómo nos sentimos con nosotros mismos, nuestro entorno de trabajo y cómo percibimos nuestros logros es uno de los caminos para:
- frenar la situación y,
- tomar impulso hacia esa carrera directiva que se quiere conseguir.
Reconocerse los propios méritos y no atribuirlos a la suerte, aprender a aceptar los elogios o reconocimientos al buen hacer y creer en tu valía, ayuda a cambiar la percepción que tenemos sobre nosotros mismos.
Al mismo tiempo que invertir en el desarrollo continuo de uno mismo y apoyarse de colegas o mentores es una magnífica combinación de herramientas para ganar seguridad.
En resumen, el síndrome del impostor no debe paralizar tu carrera.
Aprender a reconocerlo, aceptarlo y trabajar en superarlo es el camino para alcanzar tu máximo potencial como directivo o directiva.
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