“Hasta ahora cuando hemos tenido carga de trabajo no ha sido un problema contratar. Ahora que la cosa no va bien, vemos que sobra personal. Tenemos mucha grasa y tendremos que quedarnos con el músculo”, frase de uno de nuestros clientes.
En tiempo de bonanza las empresas crecen, se flexibiliza la contratación y la incorporación de profesionales se acelera sin plantearse si la necesidad viene por incremento de volumen de trabajo, por ineficiencia interna o ambas.
Al mismo tiempo, un rápido crecimiento empresarial continuado a lo largo de varios años provoca una disminución de la eficiencia interna, desorganización en los procesos y se pierde eficacia.
Es un proceso natural que a todas, y digo a todas, las empresas les pasa. No conozco ninguna que haya tenido crecimientos exponenciales y se haya librado de esto.
Si conoces alguna y nos quieres contar el caso para aprender de ello, me dices y montamos una entrevista para publicar. No es necesario decir nombres si no quieres.
Cuando esto ocurre, llega un momento en el que hay que pararse a pensar, analizar cómo está la organización a todos los niveles y reajustar.
Aunque mejor sería hacerlo antes de que ocurriera.
No hacerlo es enviar a la empresa a un camino de espinas cuando lleguen las “mal dadas”.
Que llegaran. Bien sea por el movimiento del mercado, por los clientes, por las empleados, por el entorno nacional o internacional o simplemente por el ciclo de vida por el pasan todas las empresas.
Lo que viene lo podemos intuir, pero no lo podemos saber.
Lo que hacemos hoy y cómo lo hacemos es lo que amortiguará en mejor medida lo que pase mañana.
Un entorno organizativo bien estructurado, con un liderazgo a todos los niveles fuerte y una comunicación líquida posibilita altos estándares de gestión y aportación de valor de las personas.
¿Te ayudo?
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